viernes, 9 de enero de 2009

Perdonadme

Hoy os pido que me perdoneis, porque la imparcialidad no tiene espacio en este artículo. Os pido que, sólo por esta vez, me permitais ser más subjetiva que nunca. A decir verdad, la objetividad, en estos tiempos que corren, está en continua agonía, así que, sólo por hoy, os pido el favor de matarla.

Para comprender la historia, han de situarse en el año 1993. Ha llovido demasiado desde entonces pero, si les menciono Febrero, recordarán muchísimas cosas de aquel año.
Imagínense a una niña que no tenía más de cinco años. Imagínensela en Madrid, un día cualquiera de Febrero que hizo que, desde aquel año, ningún día de febrero volviera a ser cualquiera. Intenten situarse en un salón de una casa cualquiera, un televisor. Telemadrid. A media tarde. La niña jugaba sin hacer demasiado caso al mundo que le rodeaba, excepto las historietas que se inventaba. Nada parecía ser capaz de abstraerla de su universo. Una niña inquieta, soñadora, que aprovechaba cada oportunidad que se le brindaba para montar un pequeño mundo paralelo entre sus cacharros.
Pero, algo en la televisión le llamó inesperadamente la atención: en la imagen, un escenario, de lo que parecía ser un teatro. Un grupo de hombres, con aspecto de ricachones, y un mayordomo con una pata de jamón a modo de guitarra entre sus manos. Y se ponen a cantar. Y a la niña le hace gracia. Había olvidado, de repente, todos esos quehaceres infantiles que, hasta ese momento, le habían mantenido entretenida.
Alguien comentó "es el Carnaval de Cádiz". Palabras que entraron por los sentidos de aquella inocente niña como algo tremendamente maravilloso, nuevo, colosal. Y, desde entonces, la niña no volvió a ser igual.

Quizá no fue casualidad, pero fue amor a primera vista. Aquella bendita cinta de video que (gracias, gracias, gracias) su tío estaba grabando, nunca más volvió a salir de casa de la protagonista de esta historia. La guardó en su poder hasta que, del desgaste, ya apenas se veía. Y, al año siguiente, otra vez más.

Aquella niña -esta que hoy escribe estas líneas- no tenía ni la menor idea de que aquello era La Chirigota del Selu. Para ella, durante algún tiempo, fueron "los que iban de ricos". Aquella niña -hoy ya no tan niña- quince años después, no podía imaginar, ni por un segundo, la cantidad de momentos de su vida que iban a protagonizar aquellos que, una tarde de febrero, interrumpieron sus juegos cantando disfrazados sobre un escenario.

Con el paso de los años, fue conociendo a otros autores, otras modalidades. Se enamoró de las coplas de Martín, de la gracia del Love, el arte del Sheriff, la genialidad del Noly, la rebeldía de Ares... Pero, en su corazón y en su conciencia, siempre mantuvo viva, y mantiene, esa pasión y cariño por quienes le descubrieron lo que hoy en día es su pasión más especial.

Una chirigota que la envuelve, que le aparta del mundo, que le ayuda a olvidar las penas, que le alegra los momentos más bajos. Algo por lo que recorre kilómetros, algo por lo que se emociona, se evade, se ilusiona. Algo que no es capaz de expresar con palabras, porque su corazón no sabe escribir.

Si, alguna vez, me hubieran dicho que un 22 de septiembre de 2006 aquel Marqués de Cossío y sus secuaces iban a agradecerme sobre un escenario mi apoyo (el mío, y el de mi inseparable e inigualable compañera de locuras que ellos me presentaron y que hoy es ya como de la familia, Estrella Corleone); jamás podia habérmelo creído. Si alguien hubiera tenido la osadía de predecir que en mi futuro iba a sentir esa irrepetible sensación, puedo asegurar que me hubiera echado a reir.

Es por eso, por todos los viajes, las cervezas, las bromas, las fotos, las muestras de afecto, los agradecimientos, los cientos de coplas, la complicidad y el buen rollo, por lo que jamás podré dejar de sentir a esta chirigota como mía.

Es por La Chirigota del Selu por lo que os pido que me perdoneis. Porque nunca podré decir algo malo sobre estos chirigoteros. Porque ellos forman el monopolio de mi apoyo incondicional. Por cómo son, por el arte de Selu, por el arte de todos. TODOS. Porque, gracias a ellos, y sólo a ellos, accedí a este mundo carnavalesco que tantos y tantos años de felicidad me ha dado.

Porque es mi chirigota, para lo bueno; para lo malo. Para cuando triunfan, para cuando los critican, para cuando al Selu le exigen más que a nadie, para cuando los derrotistas sacan la lengua a pasear. Para los momentos felices, los momentos amargos. Los cientos de kilómetros y las actuaciones en Madrid. Para los envidiosos, para los que los admiran. Para siempre.
Porque soy María la Pesá cuando la gente viene a mí para criticarlos; lo soy cuando los defiendo; y lo soy cuando vienen a mí para felicitarme. Porque me da igual un primero, que un cuarto, un sexto, o un cajonazo. El primer premio de mi pasión siempre es para ellos.

Porque aquella niña, gracias a ellos, comenzó hace quince años a marcar en rojo los días del segundo mes del año. Porque aquella niña, gracias a ellos, comenzó, con poco menos de seis años, a respirar a ritmo de 3x4.

...Y, al que no diga Ole...lo respetamos ;-)

Piti

Gracias ;-)

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